Michael Forney

Michael Forney

por Michael Forney

Durante mi vida, he vivido y pastoreado en regiones de agricultura fértil. Paisajes dominados por huertos y viñedos; comunidades organizadas alrededor de los ciclos anuales de poda, plantación, fumigación, riego, protección, recolección y envasado de fruta. De vez en cuando, yo ayudaba a los feligreses en los huertos recogiendo y quemando ramas podadas o árboles sacrificados y recolectando fruta en la cosecha.

Con este trasfondo en mi mente, puedo imaginar a Jesús reunido con Sus discípulos durante la cena de Pascua en el aposento alto, después de haber viajado a Jerusalén caminando por viñedos y huertos. En esta última cena antes de Su traición y crucifixión, basándose en las vivencias de su viaje, Jesús les da a Sus discípulos este mandato:

«Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada. El que no permanece en mí es desechado como rama inútil y se seca. Todas esas ramas se juntan en un montón para quemarlas en el fuego. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedido! Cuando producen mucho fruto, demuestran que son mis verdaderos discípulos. Eso le da mucha gloria a mi Padre» (Juan 15:5-8, NTV).

Jesús establece la expectativa de que Sus discípulos produzcan fruto. Su intensidad nos muestra que esto es importante también para el Padre. Podemos extraer cuatro implicaciones de estos versículos que nos ayudan a comprender el mandato de dar fruto y multiplicarnos.

  1. Dar fruto es un resultado de la conexión.

Jesús ilustra claramente que el fruto que producimos proviene de Él y solo somos fructíferos cuando permanecemos en Él. La vid proporciona los nutrientes a las ramas para que den fruto. El Señor deja claro que el fruto no es producto de nuestra capacidad ni de nuestras acciones independientes. No es el resultado de nuestro ingenio o esfuerzo. Proviene y depende de nuestra conexión con Jesús, de nuestra disposición a someternos a Él y cooperar con Su presencia y propósito en nuestra vida. Si bien esto suena como si quedáramos liberados de toda responsabilidad porque los resultados descansan en Jesús, en realidad, se nos encarga un papel difícil y esencial en el proceso.

Debemos alinearnos con Jesús y conectarnos con Él. Esto es simple, pero no fácil. Requiere conexión diaria intencional con Jesús y la sumisión a Su liderazgo y trabajo en nuestra vida. No es un acto pasivo; requiere apoyarse en Jesús, escuchar Su voz y buscar Su presencia. Jesús dice que el resultado de esa conexión es que daremos “mucho fruto”. Para ejercer liderazgo espiritual y dar fruto se requiere conexión con Jesús. No podemos producir frutos espirituales por nuestra cuenta.

  1. Dar fruto es colaborar con Cristo.

Ser fructíferos requiere conexión, pero también se extiende a la cooperación. Producimos fruto cuando colaboramos con Jesús. La vid proporciona los ingredientes necesarios, pero las ramas deben recibirlos y asignarles la tarea de dar fruto. Este no es un resultado automático. Las ramas sanas utilizan los nutrientes tanto para crecer como para producir fruto. Algunas ramas utilizan todos los nutrientes para su propio sustento y, aunque parecen saludables y en crecimiento, no producen fruto porque están acaparando los nutrientes para sí mismas. Otras ramas rechazan los nutrientes por completo y se marchitan. Las ramas deben cooperar con la vid para producir fruto.

Debemos entender la intención y el trabajo de Jesús en nosotros y a nuestro alrededor para producir fruto. No podemos hacerlo por nuestra cuenta. Sin Jesús, no podemos hacer nada. Por el contrario, la vid solo produce fruto a través de sus ramas. Debemos colaborar con Jesús y someternos a Su liderazgo para producir fruto. Si bien la conexión es una práctica interna, la cooperación es una práctica externa que extiende el fruto de la rama al mundo. Somos fructíferos cuando nos involucramos con Jesús externamente en las oportunidades que nos da para colaborar con Él en Su obra redentora en los corazones de las personas que nos rodean. Esto requiere conciencia de lo que Jesús desea hacer a través de nosotros.

Cultivar la esperanza en oración y la conciencia espiritual de la oportunidad nos ayuda a cooperar con Jesús. Cuando no sabemos qué hacer, podemos preguntar, y Jesús responde a esa oración y nos da dirección. Este tipo de práctica espiritual es como todas las demás prácticas espirituales. Se necesita el cultivo intencional y repetido de estas habilidades para obtener competencia.

  1. Dar fruto es un indicador clave de buena salud.

A veces algunas ramas no extraen los nutrientes de la vid o se separan de la vid. Estas ramas se identifican fácilmente como insalubres y se cortan. Menos evidentes son las ramas que consumen los nutrientes, pero no producen fruto.

En mi función de supervisión, a menudo escucho a los líderes hablar sobre la intención de multiplicar discípulos, líderes e iglesias “después de que estemos saludables”. Esta noción parece noble y correcta. Después de todo, reproducimos lo que somos y nuestro objetivo no es replicar patrones poco saludables. Aunque esto tiene lógica, es una premisa falsa. Las ramas que utilizan todos los nutrientes proporcionados por las vides para su propio crecimiento y beneficio no producen fruto. La temporada de producción de fruto es limitada. Si una rama no produce fruto, incluso si parece saludable en general, se corta para que la vid pueda redistribuir los nutrientes a las ramas que producirán fruto.

He visto esto de primera mano en los huertos. Los horticultores entienden que el tiempo es esencial, ya que la temporada de cultivo pronto pasará y la prioridad es cultivar plantas que produzcan fruto. Jesús hace hincapié en que dar fruto es una característica esencial del “verdadero discípulo”. Los verdaderos discípulos producen “mucho fruto”. Producir fruto no es una prioridad secundaria, sino una prioridad de primer orden. Entonces, ¿es imposible estar sano y no ser fructífero? Jesús plantea que dar fruto es una característica esencial del discípulo. No importa cuán nuevos seamos en la fe o cuánto tiempo hayamos estado siguiendo a Jesús, Él nos invita a colaborar con Él para producir frutos redentores.

  1. Dar fruto es multiplicarse con un potencial infinito.

En una iglesia que pastoreé en la región hortícola, cantábamos una canción que decía: “puedes contar las semillas en una manzana, pero solo Dios puede contar las manzanas en una semilla”. Una de las verdades universales sobre el fruto en la creación es que el fruto contiene un potencial ilimitado. El fruto contiene el potencial de multiplicarse en cada generación y en generaciones futuras.

Jesús nos llama como discípulos a colaborar con Él para crear y liberar un potencial infinito para la expansión del reino en nuestro mundo. Todo nuevo discípulo, líder o iglesia (creado como fruto del reino en cooperación con Jesús) contiene un potencial infinito para el evangelio. Cada nuevo discípulo, líder o iglesia puede multiplicarse en cooperación con Jesús para una rápida expansión del reino. Cristo nos creó y nos llamó a dar fruto y, cuando lo hacemos, ¡el resultado es la multiplicación! Esto es lo que somos. Esto es lo que Dios quiere que seamos. Todo seguidor de Jesús puede y debe producir más seguidores de Jesús. Todo líder espiritual puede y debe producir más líderes espirituales. Cada iglesia (independientemente del tamaño, la edad o el recurso aparente) puede y debe producir nuevas iglesias en la fructífera expansión del evangelio. Este es el camino de Jesús. Esta es la herencia de nuestro movimiento. Dentro de cada uno de nosotros, hay un potencial infinito conectado a Cristo para el evangelio.

Para algunos lectores, esta puede parecer una llamada o tarea imposible o elevada. Amigos, Jesús nos está invitando a que colaboremos con Él para dar fruto. Esto no es una carga que debemos soportar, sino una oportunidad alegre de participar. En todos los momentos de la historia en que la iglesia ha comprendido el deseo de Dios con respecto a esto, ¡el resultado ha sido espectacular! Dios siempre obra grandemente por medio de nuestra fe y obediencia, e incluso supera lo que podamos pedirle o imaginar. Él obtiene la gloria, y el reino se expande en un glorioso movimiento redentor. Lo único que tenemos que hacer es apoyarnos en Jesús, buscar y seguir Su liderazgo en las oportunidades redentoras que nos rodean. Como resultado, daremos fruto. ¡Vamos: seamos fructíferos! +

Michael Forney

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