Por el obispo emérito David Roller
El Espíritu Santo se muda a nuestro interior cuando aceptamos a Dios como nuestro soberano.
Al invitar a Dios a ocupar el lugar que le corresponde en nuestras vidas, Él nos habita. Su voluntad, presencia y voz entran en nuestra vida. Él mora en nosotros.
Sin embargo, muchos de nosotros vivimos en la miseria, de limosna en limosna. ¿Por qué?
Antes del tiempo de Jesús en la tierra, el Espíritu Santo visitaba a ciertas personas y las capacitaba para el servicio. Ahora los seguidores de Jesús tenemos el regalo de Su presencia.
Aun así, muchos de nosotros vivimos una existencia espiritual mezquina.
¿Por qué? ¿De dónde surgen los estallidos de ira, el espíritu crítico y los recuerdos de la injusticia? ¿Qué hay de ese pensamiento de maniobrar para sacar ventaja, o de esas cosas que llenan de basura nuestra vida e impiden nuestro progreso?
¿Por qué nos ponemos vendas en los ojos y tropezamos hacia adelante cuando la ayuda —el Espíritu Santo— está tan cerca?
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«Él no me hizo mejor. Me transformó. Hay una diferencia».
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Abriendo la puerta
Recuerdo el día en que me di cuenta de que dependía de mí. Nadie más podía llevarme al siguiente paso de intimidad.
Si quería conectar con el Espíritu Santo a un nuevo nivel, tenía que dejar que Él me invadiera por completo. Sabía que el Espíritu Santo estaba en mí, pero no le estaba prestando mucha atención.
Comencé a dejar a un lado mi pobreza, que me había encerrado en una habitación solo. Abrí la puerta. Salí de mi pequeñez y entré en Él.
Comencé a practicar el desacelerar mis respuestas para darle al Espíritu Santo la oportunidad de decir una palabra. Empecé a practicar el discernir mis pensamientos de los suyos.
Poco a poco me di cuenta de que no tenía que separar pensamientos. El carácter y el propósito del Espíritu Santo podían sobrepasar mi carácter y propósito. Sus pensamientos podían convertirse en mis pensamientos. Ya no tenía que protegerme de mí mismo.
Él no me hizo mejor. Me transformó. Hay una diferencia.
Izando nuestras velas
Nosotros, los seguidores de Jesús, ya no navegamos las aguas difíciles de la auto-negación, de las buenas obras o de la búsqueda de significado. El Espíritu Santo conoce el camino y sopla hacia nosotros.
Si izamos nuestras velas, Él sopla un viento hacia la plenitud, el propósito y el servicio. Si insistimos en dejar nuestras velas bien amarradas al mástil, o si las reducimos por miedo a navegar rápido, siempre lucharemos.
¡Pero somos un pueblo de aventura, no de temor! Siempre queremos ir más rápido y más profundo.
El Viento sopla.
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El obispo emérito David Roller, ex alumno de la Universidad de Spring Arbor y del Seminario Teológico de Asbury, sirvió durante 17 años como misionero metodista libre en México y luego durante 10 años como director del área de América Latina para Misiones Metodistas Libres Mundiales antes de servir como obispo de 2007 a 2019. Actualmente se desempeña como copresidente del Comité de Búsqueda de Obispos.
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