Mucho antes de que los alfabetos, emojis o logotipos moldearan nuestro mundo visual, los primeros humanos comenzaron a marcar significado sobre huesos. El impulso por crear símbolos —marcas que transmiten ideas más allá de lo visible— es una de las expresiones más antiguas y persistentes de la humanidad. Descubrimientos arqueológicos recientes revelan que esto comenzó mucho antes de lo que creíamos, con un hueso que, según los expertos, fue grabado hace 120,000 años.
El símbolo conocido más antiguo
En el sitio de Nesher Ramla, en Israel, arqueólogos encontraron fragmentos de un hueso de uro —básicamente una res salvaje prehistórica— con seis incisiones claramente intencionales. Gracias a tecnología 3D, confirmaron que no eran marcas al azar: fueron hechas con precisión, probablemente por una persona diestra y en una sola sesión.
Marcar un hueso no es cualquier cosa. No es algo que haces porque sí. Requiere presión, esfuerzo, y sobre todo, intención.
Se cree que estas marcas tenían un valor espiritual. Quizás representaban una conexión entre el cazador y la presa: una forma temprana de comunicación simbólica en el Levante.
A diferencia del arte rupestre europeo —como las manos pintadas y las figuras de animales datadas en unos 41,000 años—, estas marcas son casi tres veces más antiguas. Cambian por completo lo que sabíamos sobre el inicio del pensamiento simbólico humano.
Sentimientos marcados en hueso
A lo largo de la historia, los huesos han sido símbolos tangibles de la muerte… y al mismo tiempo, señales de lo que la trasciende.
Como artista, no puedo evitar preguntarme: ¿por qué usar un hueso como medio? No fue un boceto improvisado sobre piedra o madera. Fue un acto deliberado: marcar sobre la parte más dura de un cuerpo que alguna vez estuvo vivo.
En latín, os significa no solo “hueso”, sino también la esencia, el corazón, el alma, la semilla (Lewis, 1879). Aún decimos: “Se siente hasta los huesos” cuando algo se revela desde lo más profundo de nuestro ser.
Ese hueso —reliquia de muerte— tal vez se convirtió en altar. En oración. En memoria. En vínculo con lo que se fue.
Tal vez por eso la visión de los huesos secos del profeta Ezequiel (Ezequiel 37:1–14) resuena tan fuerte. En las Escrituras, los huesos no son solo restos: son recipientes del aliento futuro. Llevan esperanza. Hablan de lo que aún puede vivir.

Collage visual de lealtad simbólica: fe, poder y pertenencia a través del tiempo.
De marcas antiguas a símbolos modernos
A medida que las sociedades humanas evolucionaron, también lo hicieron nuestras formas de marcar. Los símbolos se volvieron herramientas de unidad: señales visuales de fe, poder e identidad. Todas las culturas han creado lenguajes simbólicos: en la ropa, los rituales, la arquitectura, los íconos sagrados.
Pero esas mismas marcas que unen… también pueden dividir. Muchas de las primeras guerras humanas fueron peleadas por lealtades simbólicas: por banderas, dioses, territorios sagrados. El campo de batalla no era solo físico —era simbólico. Y eso sigue ocurriendo hoy: en logotipos, banderas, hashtags, uniformes y discursos visuales.

El triángulo rojo de Bass Ale — la primera marca registrada en el Reino Unido — aparece en una botella del siglo XIX y en la obra Un bar en el Folies-Bergère de Manet.
En 1876, el Reino Unido formalizó el concepto de marca registrada con la Ley de Marcas. ¿La primera marca registrada? Bass Ale, una cerveza. En 1882, el pintor Édouard Manet mostró ese logo claramente en su obra “Un bar en el Folies-Bergère” —tal vez el primer caso de “product placement” en la historia del arte.
Desde entonces, el branding evolucionó: de marcar ganado a diseñar marcas globales. Hoy estamos rodeados de tiendas, cafés y restaurantes que, poco a poco, empiezan a verse igual.
Entras a un Starbucks y no solo pides café: entras a un sistema con más de 80,000 combinaciones posibles. Sabores de temporada, menús ocultos, leches de todo tipo, espumas, endulzantes, toppings… lo que quieras.
Y la pregunta se impone: ¿eso es libertad… o una señal de saturación?
Creo que es ambas. Los seres humanos hacemos cosas con sentido… y sin sentido. Creamos, organizamos y consumimos marcas. Así que quizás la pregunta más honesta es: ¿por qué marcamos así el mundo?
¿Qué estamos intentando satisfaser?
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«Los seres humanos hacemos cosas con sentido… y sin sentido».
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El poder —y la responsabilidad— de marcar

Jesús marcó la verdad con acción: dibujando, lavando, partiendo.
Marcar —como en los huesos antiguos— es un acto profundamente humano. Refleja el alma de quien lo hace. Puede sanar o dividir, inspirar o manipular.
Y aunque el branding ha evolucionado más en los últimos 10 años que en los últimos 10,000, su esencia sigue intacta: marcamos para contar historias. Para afirmar identidad. Para conectar.
Hoy, las marcas más innovadoras no son las que ofrecen más sabores o funciones. Son las que reflejan propósito. Las que responden a la cultura. Las que nos invitan a una historia mejor.
Las tradiciones religiosas lo han sabido desde siempre: el poder simbólico de lo físico importa. Jesús no solo predicaba con palabras —marcaba la verdad con acciones. Escribía en el suelo (Juan 8:6), lavaba pies (Juan 13:5), partía el pan (Mateo 26:26).
Esos gestos no eran solo metáforas —eran invitaciones a vivir la verdad en el cuerpo.
La cruz. Los pies. El pan. Cada uno es un símbolo que sigue hablando a través del tiempo.
No solo los vemos. Los encarnamos. Porque recordamos con la mente, sí… pero también con las manos y con nuestras acciones.
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«…si no estamos atentos, corremos el riesgo de olvidar lo fácil que es ser moldeados por las marcas que nos rodean».
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Una invitación a marcar con intención
Entonces, ¿qué marcas estamos dejando hoy? ¿Qué logotipos usamos, promovemos, defendemos? ¿Qué símbolos están moldeando cómo pensamos, compramos, adoramos y pertenecemos?
Tenemos la responsabilidad de usar el poder democrático del branding con propósito. Y también de diseñar una cultura que refleje el tipo de mundo en el que queremos vivir.
Tenemos la responsabilidad de poner atención a las marcas que consumimos, las que vestimos, y cómo están moldeando el mundo que habitamos.
Porque tal vez, aquella primera marca que la humanidad protegió —impresa en una botella de cerveza— nunca fue solo sobre propiedad. Tal vez reflejaba más el hambre de alivio que el hambre de sentido.
Y si no ponemos atención, corremos el riesgo de olvidar lo fácil que es dejarnos moldear por las marcas que nos rodean.
Las incisiones antiguas del hueso de Ramla hacen preguntarnos hoy:
¿Vamos a dejar huella al ahí se va… o con intención real? ¿Marcas vacías… o con verdadero sentido?
Como creyentes, estamos llamados a crear y llevar símbolos que reflejen verdad, compasión, justicia y renovación. No solo para que se vean, sino para llevar —con todo el cuerpo— el significado de esa verdad que se siente hasta los huesos.
Y quizá, solo quizá, dentro de otros 120,000 años, alguien se pregunte por la intención detrás de nuestras marcas. Y recuerde lo único que vale la pena: que somos uno con nuestro Origen Divino… y fuimos marcados con amor.
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Karen Cantú es diseñadora multidisciplinaria y estratega de marca. Actualmente lidera el diseño visual de Revista Luz y Vida y del departamento de comunicaciones de la Iglesia Metodista Libre.
Su trabajo combina estrategia creativa, pensamiento simbólico y claridad emocional para dar coherencia a marcas, mensajes y movimientos.
También es artista visual digital, conocida por su estilo surrealista y reflexivo bajo el nombre de Karen Katar.
Originaria de México y ahora radicada en Quebec, comparte la vida con su esposo Charles y sus dos queridas mascotas, Lily y Penny. Fuera del ámbito creativo, encuentra renovación en la jardinería, la cocina y el paddle board.