Por Megan Weber
Recientemente celebré mis 40 años de una manera inolvidable: experimenté la emoción del trapecio. No se trataba solo de la adrenalina de balancearse por encima del suelo o el miedo momentáneo de soltarse. Fue una invitación divina a practicar la confianza: soltar la barra y creer que el receptor estaría allí, o al menos confiar en la red de seguridad de abajo. Toda la experiencia se convirtió en una metáfora vívida de la formación espiritual, donde la fe nos llama a soltar y confiar en las manos invisibles de la gracia.
Desde el principio, fue todo lo que esperaba y más. La aventura comenzó con un rápido resumen de cinco minutos de instrucciones y comandos. Cada habilidad tenía que ser ejecutada en un flujo preciso antes de avanzar a la parte más emocionante: la atrapada. Como exgimnasta, me encontré apoyándome en la memoria muscular. Podía realizar las habilidades, pero luchaba con el flujo continuo requerido para progresar.
Entonces, mi entrenador en la escalera me recordó un comando crítico: “piernas arriba”. Me animó a que dejara de reaccionar al falso impulso del swing y que me centrara en la voz del entrenador de abajo. En el momento en que comencé a esperar su voz, en lugar de confiar en el falso impulso del swing, el flujo llegó de forma natural. De repente, estaba listo para la captura.
Apóyate y escucha
¿No es así como sucede a menudo en nuestras vidas espirituales, especialmente en la oración y el ministerio? ¿Con qué frecuencia confiamos en nuestra memoria muscular —nuestros hábitos, rutinas o experiencias pasadas— cuando Dios nos invita a inclinarnos y escuchar Su voz? Tanto Su Palabra escrita (logos) como la hablada (rhema) nos guían, pero se necesita intencionalidad para escuchar y obedecer. Jeremías 33:3 dice: “Clama a mí y te responderé; te daré a conocer cosas grandes e inaccesibles que tú no sabes”.
¿Qué pasaría si nuestros oídos se convirtieran en el vientre de un movimiento de Dios?
¿Qué pasaría si, al dejar a un lado nuestra confianza en el impulso pasado, sintonizáramos nuestros corazones para escuchar Su voz en el lugar secreto? ¿Podríamos discernir Su guía para las necesidades de nuestra comunidad, las palabras de aliento o las personas en las que estamos llamados a invertir, incluso cuando desafía la lógica humana?
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«En este sagrado acto de espera, el Espíritu de Dios puede darnos instrucciones y revelaciones que solo están disponibles para Aquel que ve el fin desde el principio».
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Una invitación de Año Nuevo
Tal vez esta sea la invitación para 2025: alejarse del falso impulso de “siempre lo hemos hecho así” y dejar espacio para escuchar de nuevo la voz de Dios. ¿Qué pasaría si nos acercáramos al próximo año con desesperación, no por la actividad o el logro, sino para inclinar nuestros oídos al Espíritu que conoce todas las cosas?
¿Qué pasaría si en el año 2025 la oración que se escucha es una forma de oración innovadora a la que el Señor nos está invitando: individualmente, como iglesias, plantadores de iglesias y como denominación?
En este sagrado acto de espera, el Espíritu de Dios puede darnos instrucciones y revelaciones que solo están disponibles para Aquel que ve el fin desde el principio.
¿Y si Dios desea desarrollar nuestra hambre e interrumpir nuestra apatía? ¿Y si la verdadera oración no tiene palabras pulidas, sino gemidos de anhelo? ¿Estamos dispuestos a cargar con esos gemidos, a administrarlos fielmente?
Tal vez sea hora de crear salas de gemidos y salas de escucha en nuestros espacios de oración, lugares donde permitimos que Dios rompa nuestros corazones por lo que rompe el Suyo. ¿Qué pasa si el próximo gran derramamiento de Dios está a solo un gemido de distancia?
Mientras afinamos nuestros corazones al Suyo, que no solo escuchemos Su llamado, sino también los gemidos de aquellos a quienes Él ya está acompañando. Unámonos a Él en Su obra redentora, guiados por el Espíritu, que es nuestro Paracleto siempre presente.
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La reverenda Megan Weber ha pasado los últimos 15 años viviendo y trabajando entre hablantes de árabe, primero en el Medio Oriente y luego en Dearborn, Michigan. Más recientemente, facilitó el lanzamiento de Jiran Collective, una comunidad multilingüe y multigeneracional en toda la ciudad de Dearborn. El verano pasado, Megan y su familia se mudaron al noroeste del Pacífico, donde ella sirve con Mission Igniter, movilizando la oración y el cuidado espiritual.
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