Peter Chin

Peter Chin

Peter Chin es el pastor principal de la Iglesia de la Avenida Rainier en Seattle, Washington, localizada en uno de los códigos postales (ZIP) más diversos de los Estados Unidos. Graduado de la Universidad de Yale y del Seminario Teológico Fuller, su obra en defensa de la reconciliación racial ha sido difundida en algunos medios noticiosos nacionales, incluyendo “CBS Sunday Morning”, Washington Post, y “Tell me More” (Cuéntame Más) de NPR, y “All Things Considered” (Análisis de Todas las Cosas). Ha sido un contribuyente frecuente en Christianity Today, Relevant, y Our Daily Bread (Nuestro Pan Diario). Su primer libro se titula “Blindsided by God” (Cegado por Dios), un recordatorio de la lucha de su esposa contra el cáncer, mientras estaba embarazada de su tercer hijo. Es el esposo de una valiente sobreviviente de cáncer de mama, y padre de cinco hermosos hijos.

por Peter Chin

Zaqueo es bien conocido por los cristianos, no en pequeña parte debido a la canción infantil que muchos de nosotros crecimos cantando:

“Zaqueo era un chaparrito así

Que vivía en Jericó.

Y cuando Jesús pasó por ahí

A un sicómoro se subió”.

Cuando pensamos sobre esto, como dice el coro … ¡suena muy apropiado!

Pero lo que muchos de nosotros no alcanzamos a reconocer es que Zaqueo era también una fuerza de generosidad y justicia. Se nos dice en Lucas 19 que Zaqueo se había enriquecido siendo el principal cobrador de impuestos de Jericó, una importante ciudad del tiempo en el que se tenía acceso a agua limpia, una comodidad muy valiosa en una tierra árida. Zaqueo promete dar la mitad de esa gran riqueza a los pobres. Como comparación, resulta que el hombre más rico de mi ciudad se llama Jeff Bezos, el segundo hombre más rico del mundo. Si en este momento él regalara la mitad de su riqueza, serían 91 billones de dólares, ¡más de lo que es el producto interno bruto de cualquier nación! ¿Podemos imaginar el efecto transformador que tendría sobre la ciudad?

Zaqueo no se detiene con este acto de generosidad admirable – él desea hacer restitución. Le dice a Jesús que si en algo ha defraudado a alguno (lo que es muy probable dado que la corrupción era una práctica común para los cobradores de impuestos), él desea devolver multiplicado por cuatro lo que hubiera defraudado. Él corregirá activamente todo lo que ha hecho mal -, dicho de otra manera, procura la justicia. Esta es la más grande historia de Zaqueo, un hombre de baja estatura, quien se convierte en una fuerza transformadora de generosidad y justicia en la ciudad de Jericó.

Aunque reconocemos esta faceta de Zaqueo, que se pasa por alto, no debemos perder de vista lo que lo motivó a dicho acto de humildad y sacrificio. No era algo innato, como si hubiera nacido con un corazón tierno y una predisposición hacia la compasión y la justicia. Después de todo, era el mismo hombre que había amasado una gran fortuna a expensas de los demás, el cobro de impuestos a favor del imperio que ocupaba su tierra natal. Tampoco era la desaprobación y el oprobio de las multitudes, lo que no era nada nuevo para Zaqueo como cobrador de impuestos eran los insultos que le eran lanzados en ese contexto. Y estoy plenamente seguro de que no era ningún antiguo podcast o tendencia popular lo que lo inspiró, la antigua versión de “Giving Pledge” (La Promesa de Dar) de Warren Buffett.

Fue el Amor

Antes de que Zaqueo realizara siquiera una buena acción, Jesús le extiende su gracia y hospitalidad incondicional. Ve a Zaqueo y lo llama por nombre, y le concede el honor de recibir al Mesías de Israel (y del mundo), un honor que hace a Zaqueo bajar rápidamente del árbol con gozo. ¡Jesús lo vio! ¡Jesús lo conoce por su nombre! Y lo que es mejor, Jesús quiere pasar tiempo con él. ¡Un cobrador de impuestos! A la luz de este gran don de la gracia, sus posesiones materiales no significan nada para él. Él da libremente a los pobres porque ha descubierto un tesoro de un valor mucho más grande. Puede admitir que ha hecho mal porque se ha dado cuenta que aun cuando él estaba equivocado, Jesús lo amó. Ahora, quiere enderezar las cosas como una manera de sumisión y adoración. Las acciones sacrificiales y transformadoras de generosidad y justicia están enraizadas en una fuente aún más profunda: la gracia y el amor de Cristo.

Este es un cuadro perfecto de la relación entre amor y justicia – no conceptos separados que tengan poca intersección uno con otro, pero dos aspectos de una idea, dos lados de una sola moneda. Por demasiado tiempo, hemos separado falsamente uno del otro, viendo el amor como una realidad espiritual y la justicia como una dinámica más concreta. Una de ellas pertenece firmemente al ámbito de la iglesia, la otra, no tanto. Tristemente, demasiados de nosotros hemos sido indoctrinados para ver estas ideas de esta misma manera. 

Pero la historia de Zaqueo ilustra que esto es una falsa dicotomía, porque en el mejor de los casos, cada una de estas verdades fluye de manera natural una de la otra. El amor de manera natural nos inspira hacia la justicia – después de todo, ¿cómo podemos amar a alguien y al mismo tiempo, conformarnos con sus malos tratos? ¿Qué clase de amor es ese? El amor también conforma nuestra búsqueda de justicia, asegurándonos que la meta de la justicia no es retribución y castigo, sino redención. La justicia le da a nuestro amor movimiento y acción, impidiendo que se convierta en un mero sentimiento de caridad y nada más. La búsqueda de la justicia requiere amor, porque ¿cómo podemos correr la larga y ardua carrera hacia la justicia sin alimentarnos de la fuente inagotable del amor de Dios?

Una visión así de equilibrada e interconectada no será fácil de seguir cuando tenemos tan pocos modelos para hacerlo. El mundo nos dirá que la vergüenza es el mejor motivador para la justicia en el mundo, que regañar o criticar fuertemente a aquellos que han cometido errores los transformará en mejores personas, aunque haya fallado en hacerlo en nosotros. Tristemente, este balance es extremadamente escaso también en la iglesia. La iglesia desde hace mucho tiempo ha visto con escepticismo cualquier acto de justicia, poniéndoles despreocupadamente la etiqueta de conductas mundanas. Nos hemos negado a ir a la cabeza de estos asuntos cercanos al corazón de Dios como la justicia racial, mientras que al mismo tiempo nos negamos a aprender con humildad de aquellos que en su lugar han adoptado ese manto.

A pesar de estos desafíos, este es nuestro llamado, al igual que nuestro legado. Somos seguidores de Cristo, quien nos enseñó que amar a nuestro prójimo no es solo pensar en ellos con agrado, sino estar preparados para vendar sus heridas a costa de nuestra propia salud, aunque esa persona sea considerada nuestro enemigo. Este llamado es también nuestro legado teológico como admiradores de Juan Wesley y B. T. Roberts, quienes amaron profundamente a Cristo, pero también a los pobres, los esclavos, y los desposeídos.

Y es un balance del que podemos ser mejores en navegar con convicción y compromiso. La Iglesia de la Avenida Rainier,una Iglesia Metodista Libre establecida en Seattle en 1904, ha procurado un enfoque similar al que nosotros llamamos “Justicia y Espiritualidad”. Por medio de esta visión, constantemente exploramos y celebramos los innumerables puntos de conexión entre los aspectos clásicos de la espiritualidad cristiana y el llamado de Dios a la justicia. Y con el transcurso de los años, hemos descubierto que estos dos temas, que con tanta frecuencia se lanzan en oposición uno contra el otro, son complementarios, reforzándose uno con el otro. Estamos descubriendo que, con el tiempo, esfuerzo, y compromiso, podemos unir estas dos perspectivas en un todo más grande de lo que se pretendía que fueran, y para ello somos mejores.

Finalmente, tenemos a nuestro Dios, con quien nada es imposible. Tenemos al Espíritu Santo, quien vive y respira en nosotros, empoderándonos para predicar y vivir conforme al evangelio en palabra y en obra. Tenemos al Padre, quien encarna tanto la justicia no comprometida y el amor inagotable. Tenemos al Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesús, cuyo amor por la humanidad no era un mero sentimiento, pero tomó forma real y concreta en la cruz. Y nos tenemos unos a otros, nuestra familia Metodista Libre, nacidos con nuestras raíces bien fijadas en el avivamiento y la abolición, en la proclamación de libertad para nuestros espíritus, y de las cadenas al mismo tiempo. +

Justice & Spirituality Artwork (Justin and Melanie Van Gend)

 

Peter Chin

Peter Chin

Peter Chin es el pastor principal de la Iglesia de la Avenida Rainier en Seattle, Washington, localizada en uno de los códigos postales (ZIP) más diversos de los Estados Unidos. Graduado de la Universidad de Yale y del Seminario Teológico Fuller, su obra en defensa de la reconciliación racial ha sido difundida en algunos medios noticiosos nacionales, incluyendo CBS Sunday Morning”, Washington Post, y “Tell me More” (Cuéntame Más) de NPR, y “All Things Considered” (Análisis de Todas las Cosas). Ha sido un contribuyente frecuente en Christianity Today, Relevant, y Our Daily Bread (Nuestro Pan Diario). Su primer libro se titula “Blindsided by God” (Cegado por Dios), un recordatorio de la lucha de su esposa contra el cáncer, mientras estaba embarazada de su tercer hijo. Es el esposo de una valiente sobreviviente de cáncer de mama, y padre de cinco hermosos hijos.