El Nombre se Reserva

La autora es desarrolladora de productos con SEED Livelihood quien colabora con amigas artesanas de SEED. Su nombre se mantiene en reserva por razones de seguridad.

Estábamos sentadas en un pequeño muro fuera de la iglesia, disfrutando los suaves rayos del sol y la brisa deslizándose a través de los árboles de nim (lila india). El lugar fue escogido por los beneficios de salud de su clima templado y por los árboles de nim, que según se cree, purifican los pulmones y la piel con sus propiedades antibacteriales.

Dos mujeres con saris brillantes y elegantemente drapeados se inclinaron hacia mí. Querían mostrarme algo. Una de ellas le dio unos golpecitos a la otra en el brazo, y sus brazaletes tintineaban mientras jalaba los dobleces de las mangas de su amiga. Golpeó suavemente los puños de su amiga, que terminaban abruptamente donde alguna vez había tenido sus manos. Me habló en susurros, implorándome darle testimonio mientras que su amiga miraba a lo lejos y ocultaba sus brazos de nuevo en su sari. Mi corazón se me fue a las rodillas. Oré en silencio por alguna semblanza de respuesta, aliviada de que no había alguien disponible que tradujera mi inadecuado, “Lo siento. Debe ser muy difícil”. Nos solazamos y descansamos en el sol hasta que fue el tiempo de reunirnos en el templo para el servicio de la iglesia con los demás miembros de la comunidad.

Un grupo de mujeres que pasaba nos miró de arriba abajo y me pareció que flotábamos al caminar hacia la blanca iglesia de mármol. Las personas se daban toquecitos en la espalda, aplaudían con sus brazos, reían y acompañaban la música con murmullos que surgían desde el frente de la iglesia. Al principio podíamos no darnos cuenta de que los miembros de esta comunidad viven con cicatrices, falta de extremidades, y heridas internas con las que quedan las personas después de ser curadas del síndrome de Hansen (antes conocido como lepra).

Muchas personas en esta congregación habían sido expulsadas de sus casas familiares, algunas siendo aún niñas, cuando se descubrió que tenían el síndrome de Hansen. Las personas que ellas amaban, y que eran más proclives a creer que ellas merecían esta condición como castigo a sus vidas pasadas de malas obras. Se les enseñó que eran inmundas física y espiritualmente y fueron expulsadas en el momento cuando más necesitaban ser amadas y cuidadas. Pero en esta comunidad, personas de todos los niveles del sistema de castas habían formado una nueva familia, formada con el amor y apoyo incondicionales. Sentí que estaba experimentando la verdadera y sagrada comunidad.

También sentí un toque de gran indignación. ¿Por qué habían sufrido estas personas? Imaginé a Job sintiéndose como en casa en este lugar. Algunas personas habían podido rehacer sus vidas a pesar de sus cicatrices. Ellas ya no pueden trabajar y son atendidas por sus compañeros que reciben un pequeño ingreso de sus tejidos y costuras.

Como visitante, disfruté una cómoda silla con una buena vista de la iglesia. Recorrí con la vista la multitud buscando a las mujeres con quienes había estado sentada en el muro. Mis ojos encontraron sus saris de colores fiucha y violeta, mientras se pasaba el canastillo de las ofrendas. Las mujeres sin manos, en silencio extrajeron una pequeña bolsa de sus saris, y en secreto deslizaron una pequeña moneda en el canastillo de la ofrenda mientras sus amigas mantenían sus ojos cerrados en una canción de oración.

¿De dónde sacaron esa fidelidad? Fui elevada por esta pequeña ventana a una vida vivida en justicia, a pesar de sus increíbles dificultades.

Mientras la multitud salía lentamente de la iglesia. Imaginé al Espíritu Santo pasando entre las ramas de nim que se mecían rozando las paredes que bordeaban el edificio.

 Algún día las personas de esta comunidad correrán y no se cansarán. Caminarán y no se fatigarán. Aunque sus cuerpos se estén desgastando, nuestro espíritu se renueva constantemente.

Me quiero esforzar en conducir mi vida de la manera que estas cristianas lo están haciendo. Amigas, cobren ánimo. Sigan haciendo lo correcto en este reino de “aquí, y aún no aquí”.

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La autora es desarrolladora de productos con SEED Livelihood quien colabora con amigas artesanas de SEED. Su nombre se mantiene en reserva por razones de seguridad.