Obispo Matt Whitehead
El obispo Matt Whitehead, D. Min., supervisa los ministerios metodistas libres en el oeste de los Estados Unidos y también en África y Asia. Fue elegido obispo principal de la Iglesia metodista libre – EE. UU. en la Conferencia General de 2019. Anteriormente, se desempeñó durante más de 20 años como superintendente de la conferencia Pacific Northwest después de 17 años como pastor de una iglesia local.
por Obispo Matt Whitehead
Una de mis posesiones más preciadas es una Biblia NIV de tapa dura roja. Es de esperar que un obispo diga eso, pero es cierto. Esta Biblia es tan especial porque, durante un año, mi madre la leyó pensando en mí. Uno de los muchos legados de su vida es que, durante varios años, leyó una Biblia cada año enfocándose en diferentes miembros de nuestra familia. Luego, en Navidad, nos daba esa Biblia como regalo, ¡y qué regalo! Verás, en el transcurso de ese año, ella escribía notas y pensamientos con nosotros en mente. Hace más de una década que ella ya no está, pero ver sus perspicaces comentarios y sabios consejos en mi Biblia es como tener una conversación con ella. Esta es una de las cosas que escribió en mi Biblia:
“Un día, después de caminar con el Señor durante muchos años, se me ocurrió que nuestro verdadero hogar en la tierra es la Biblia. Sus páginas son tan familiares, su verdad tan pura, su luz tan brillante que ilumina cada parte de nuestras vidas. Me alegro de que nuestra casa se pueda transportar a todas partes”.
No estoy seguro de que hayas pensado en eso antes, pero creo que mi madre tenía razón: la Biblia es nuestro verdadero hogar. Este verdadero hogar es la fuente de crecer en la gracia para ser más como Jesús y vivir en comunión con Dios y con los demás. Como dijo mi madre tan hermosamente, la Biblia es pureza, luz e iluminación. En su pureza, es santa y, en su luz e iluminación, es reveladora. La Biblia es la Revelación Otorgada por Dios y es el quinto valor del Estilo Metodista Libre.
La Revelación Otorgada por Dios no es solo una idea; los metodistas libres sabemos que es parte de nuestro estilo. Vemos nuestros cinco valores (Santidad Vivificante, Justicia Impulsada por Amor, Multiplicación Impulsada por Cristo, Colaboración Intercultural y Revelación Otorgada por Dios) como un todo. Cada uno mantiene un equilibrio necesario con los otros. En un tiempo de polarización creciente en nuestra nación, nos resistimos a alinearnos con el fundamentalismo y el liberalismo teológico, no a partir de un espíritu de tregua, sino de un compromiso radical con lo que Juan Wesley llamó “la vía media”. Esta vía media nos llama a escucharnos unos a otros con amor y gracia mientras nos mantenemos arraigados en la autoridad de la Palabra de Dios y las enseñanzas históricas de la iglesia.
Vivimos en una cultura en la que debemos tener claro nuestro compromiso de constituir completamente nuestras vidas y nuestro movimiento sobre el fundamento inquebrantable de la Palabra de Dios. Nos aferramos firmemente a la convicción de que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios. Como con cualquier base, es necesaria para la fuerza y estabilidad de nuestro movimiento. Sin una base sólida, nos derrumbaremos.
Por esa razón, quiero compartir con ustedes recordatorios de nuestras creencias acerca de la Palabra de Dios. También compartiré pensamientos sobre la naturaleza misma de la Palabra de Dios y por qué es fundamental que estemos unidos, de una sola mente, en la forma en que abordamos e interpretamos las Escrituras en nuestros días.
Los metodistas libres nos tomamos las Escrituras en serio. Nuestro Libro de Disciplina lo deja claro:
La Biblia es la Palabra escrita de Dios, inspirada únicamente por el Espíritu Santo. Da testimonio inequívoco de Jesucristo, la Palabra viva. Atestiguada por la iglesia primitiva y concilios posteriores, es el informe fidedigno de la revelación de Dios, completamente verdadera en todas sus afirmaciones.
Las Escrituras han venido a nosotros a través de autores humanos, que escribieron, movidos por Dios, en las lenguas y formas literarias de sus tiempos. Dios continúa hablando, por la iluminación del Espíritu Santo, por medio de esta palabra, a cada generación y cultura.
La Biblia tiene autoridad sobre toda la vida humana. Ella enseña la verdad acerca de Dios, su creación, su pueblo, su único Hijo y el destino de toda la humanidad. También enseña el camino de salvación y la vida de fe. Nada que no se encuentre en la Biblia ni pueda probarse por ella ha de ser requerido como artículo de fe ni como algo necesario para la salvación. (¶108 del Libro de Disciplina de 2019).
Si bien estas declaraciones de nuestro Libro de Disciplina demuestran claramente nuestro compromiso con la autoridad de las Escrituras, también debemos admitir que el analfabetismo bíblico está presente en proporciones epidémicas no solo aquí en los EE. UU., sino en todo el mundo. Thomas Schirrmacher, el nuevo secretario general electo de la Alianza Evangélica Mundial hizo esta aleccionadora evaluación en una entrevista con Leah Marie Ann Klett de The Christian Post: “La mayor crisis que enfrenta la iglesia evangélica global hoy en día es la creciente falta de alfabetización bíblica en todo el mundo”.
Según el informe State of the Bible 2020 publicado por la American Bible Society y Barna Group, U.S., los adultos estadounidenses que dicen que leen la Biblia a diario cayeron del 14% en 2019 al 9% en 2020.
El analfabetismo bíblico es un problema grave porque cualquiera que no se base en el fundamento de la Palabra de Dios comienza a interpretar los problemas sociales, las tendencias culturales e incluso los problemas de la práctica y la disciplina de la iglesia a través de puntos de vista de la misma cultura y sociedad que a menudo se opone a la Biblia. Como wesleyanos, creemos que estar fundamentados en la Palabra de Dios es esencial para vivir en Cristo y servir en el reino de Dios. Pablo aclara esto en su amonestación a Timoteo:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
Quiero animarte a que aceptes seis verdades vitales sobre las Escrituras. Mientras las lees, también oro para que veas por qué es igualmente vital que renovemos nuestro compromiso de interpretar la cultura a través del lente de las Escrituras, y no al revés, mientras vivimos en nuestro verdadero hogar: la Biblia.
Las Escrituras son confiables
¡La confianza es tan importante! ¿Cómo te sientes cuando estás cerca de alguien que sabes que es digno de confianza? ¿No nos sentimos llenos de confianza cuando sabemos que estamos seguros para hablar abierta y sinceramente, sabiendo que la otra persona nos respalda? Nuestro Dios es digno de confianza y también lo es Su Palabra.
La Biblia no es una simple colección de pensamientos humanos; contiene los pensamientos y caminos más altos de Dios (Isaías 55:8-9). La Biblia nos ayuda a saber cómo seguir al Señor. Si confiamos en Dios, entonces sabemos que Su Palabra “nos respalda”. Esta puede contradecir nuestros pensamientos sobre las cosas, pero allí radica su belleza. La Biblia es nuestra guía para una vida santa que refleja a Jesús.
Las Escrituras vinieron del corazón de Dios cuando Él guio e inspiró a los autores humanos en diferentes contextos y circunstancias para reflejar la gran historia de Dios:
“Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:20-21).
La maravillosa realidad es que la intención de Dios se da a conocer incluso a través de la variedad de escritores bíblicos. Al confiar en las Escrituras en nuestros días, es vital que confiemos en la intención de Dios y no en la nuestra. Aunque nos apasionen varios temas, debemos confiar en que la Palabra de Dios es nuestro verdadero hogar y dar primacía a la intención de Dios. La pasión se enmarca mejor en la verdad.
Las Escrituras son nuestro fundamento
Pablo le recuerda a Timoteo que la Biblia es nuestro fundamento. Como les recordé anteriormente, el propósito de una base es brindar apoyo y estabilidad a todo lo que se construye sobre ella. Pablo nos dice que estamos “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu” (Efesios 2:20-22).
Los cimientos, y cómo construimos sobre ellos, son de vital importancia.
Cuando renovaron el edificio Alexander and Adelaide Hall en el campus de la Universidad de Seattle Pacific, el contratista descubrió que la construcción nunca había estado correctamente unida a los cimientos. Aunque los estándares de construcción eran muy diferentes cuando el edificio fue erigido a finales del siglo XIX, la falta de una conexión vinculante con los cimientos podría haber tenido consecuencias desastrosas.
Así lo dice un himno clásico de la iglesia:
¡Cuán firme cimiento se ha dado a la fe
de Dios en su eterna Palabra de amor!
¿Qué más Él pudiera en su libro añadir,
si todo a sus hijos lo ha dicho el Señor,
si todo a sus hijos lo ha dicho el Señor?
Nuestra enseñanza y doctrina están sólidamente edificadas sobre el fundamento de las Escrituras. Escribiendo en 1887, B. T. Roberts traza esta importante verdad sobre esta fundación (como se destaca en Populist Saints [Santos populistas] de Howard A. Snyder):
“La Biblia es un libro maravilloso. (…) Cuanto más la leemos, más la disfrutamos. Siempre encontramos en ella algo nuevo. Es un campo cuya fertilidad aumenta cuanto más tiempo y más a fondo se cultiva. Cuanto más se toma de ella, más es capaz de ceder. Es una mina que se enriquece cada vez más cuanto más se trabaja. Perdemos interés en otros libros, después de leerlos algunas veces. No es así con la Biblia. (…) Se adaptó a todos los períodos de la historia del mundo en el pasado; está especialmente adaptada a nuestro tiempo”.
Repasemos el tema del analfabetismo bíblico a la luz de la Biblia como nuestro fundamento. ¿Hasta qué punto las Escrituras están integradas en nuestras vidas? Cuando Moisés le dio a Israel la ley de Dios, claramente declaró lo importante que era permitir que Sus palabras se infiltraran en su vida diaria:
“Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades” (Deuteronomio 6:6-9).
¿Cómo podrían transformarse nuestras vidas si fuéramos en contra de la tendencia del analfabetismo bíblico y abrazáramos la Palabra de Dios como Moisés animó a Israel?
Las Escrituras nos disciplinan
¿Cuándo fue la última vez que fuiste disciplinado? Para la mayoría de los adultos, probablemente ha pasado algún tiempo desde que eso sucedió.
Una de las razones por las que debemos ser personas de la Palabra de Dios es que nuestro pensamiento y razonamiento pueden ser muy egoístas y egocéntricos. Necesitamos la perspectiva de la Palabra de Dios para ayudarnos a ver el mundo con claridad. ¿Tú necesitas eso? ¡SÍ! ¿Yo necesito eso? ¡SÍ!
Cuando escuché leer las Escrituras recientemente en un servicio al que asistí, el Espíritu Santo me convenció. Sentí que las Escrituras me hablaban directamente. El Señor sabía que necesitaba escucharlo. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17, RVR1960). La transformación a menudo es fruto de la disciplina.
¿Es agradable la disciplina? No, pero como padres entendemos que la disciplina paternal conduce a la autodisciplina de nuestros hijos. El objetivo de disciplinar a nuestros hijos es que puedan controlar su propio comportamiento. Así es con nosotros. Es bueno que maduremos y crezcamos, pero siempre tengamos un corazón sensible a la Palabra de Dios. Si perdemos la capacidad de ver nuestro pecado, corremos el riesgo de volvernos insensibles a la Palabra. Es esencial que evitemos lo que la Biblia llama un corazón “insensible” (Isaías 6:10, Mateo 13:15, Hechos 28:27) o una conciencia “encallecida” (1 Timoteo 4:2).
“Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella” (Hebreos 12:11).
Las Escrituras corrigen el error
Los que hemos venido a Cristo debemos saber y comprender cómo las Escrituras corrigen el error. ¿Por qué? Porque nuestro viaje de fe generalmente comienza con un encuentro con el amor de Dios que es tan puro y santo que nos revela nuestro propio pecado. La sola idea de que necesitamos la gracia salvadora de Dios en Jesucristo es un choque del poder del amor santo que golpea al pecado de frente.
Pero no se detiene ahí. Las Escrituras son la base para corregir el error en la iglesia. De cabo a rabo, en el Antiguo (Primer) Testamento y el Nuevo (Segundo) Testamento, la Biblia nos llama a salir del error y alinearnos con la verdad de Dios. Es muy difícil saber cómo se ve el error hoy en día, ¿no es así? El panorama de la fe puede parecer tan confuso y complejo. Tú y yo somos bombardeados todos los días con voces contradictorias y, cuando comienzan a resonar en una especie de cámara de eco, podemos caer en el engaño.
Es importante decir que la Iglesia metodista libre no puede complacer a todas las personas cuando se trata de interpretar las Escrituras. Nuestro Libro de Disciplina refleja la sabiduría de muchas generaciones que nos han precedido. Ellos consideraron toda la Escritura con respecto a los temas del pecado y la santidad, la salvación y la gracia, la vida en Cristo y el ministerio en el mundo. Así, nuestro Libro de Disciplina surgió como nuestro lente interpretativo. No será, y de hecho nunca ha sido, un documento de talla única.
Entonces, ¿cómo sabemos qué es la verdad y qué aspecto tiene el error? Leyendo y estudiando la Biblia por nosotros mismos y desarrollando nuestras creencias en compañía de hermanos y hermanas de confianza en Cristo. Hay una diferencia significativa entre escuchar un mensaje mientras asistimos a la iglesia y leer la Biblia por nuestra cuenta. La información se adquiere a medida que estudiamos la Palabra de Dios, pero la corrección ocurre cuando permitimos que la Palabra de Dios nos estudie a nosotros. Es por eso que entender cómo la Biblia está unificada y lo que Dios te dice diariamente mientras lees Su Palabra es una experiencia transformadora. Es como la diferencia entre ser el pasajero de un automóvil o ser el conductor. Los pasajeros generalmente no prestan mucha atención a la ruta que toman, y no están tan atentos a los posibles peligros que los rodean o incluso a las señales de tráfico. Sin embargo, si tú eres el conductor, estás muy consciente de lo que sucede a tu alrededor y estás listo para responder a los posibles peligros.
Pero la corrección de las Escrituras no es solo para individuos; es para todo el cuerpo de Cristo, la iglesia. La Biblia muestra cómo Dios habla a ambos individuos sobre su pecado y a toda la comunidad de Su pueblo sobre su pecado colectivo. Debido a esto, rechazamos la noción de que la verdad es relativa y personal. Los metodistas libres abrazamos las verdades comunes que son esenciales para nuestras vidas como discípulos de Jesús.
Las Escrituras nos señalan a Jesús
Como dice el Libro de Disciplina, la Escritura “da testimonio inequívoco de Jesucristo, la Palabra viva”.
En el Nuevo Testamento, la frase “está escrito” aparece numerosas veces, invocando las profecías del Antiguo Testamento para corroborar la autoridad de Cristo como nuestro Mesías. Jesús mismo, caminando junto a los discípulos en el camino a Emaús poco después de Su resurrección, señala que Moisés y los profetas eran una fuente de revelación acerca de Jesús.
“En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad… Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1: 1-4,14).
Jesús es la figura central en las Escrituras. Está en la obra de la creación y volverá de nuevo. Jesús es el Verbo hecho carne y refleja el cumplimiento de todo lo dicho en la ley y los profetas. El analfabetismo bíblico equivale a afirmaciones y creencias inapropiadas sobre quién es Jesús, lo que dijo, lo que quiso decir con lo que dijo y cómo sus mandamientos deben enmarcar nuestras vidas mientras buscamos reflejarlo en todos nuestros caminos.
¿Qué cosas maravillosas pueden surgir de un amor por la Palabra de Dios que se convierta en un amor más profundo por Jesús, quien es la Palabra? ¿Cómo podrían transformarse nuestras iglesias y las comunidades a las que sirven si nos sumergimos en la Biblia?
Las Escrituras son nuestro verdadero hogar
Cuando pensamos en las Escrituras como nuestro verdadero hogar, debemos pensar en el “hogar” en términos más amplios que solo el lugar donde vivimos. El hogar nos brinda refugio y apoyo. Nos da un sentido de identidad y propósito. Proporciona un sitio al que volver cuando nos sentimos perdidos y solos. Es donde encontramos a otros que están luchando junto con nosotros para experimentar el amor incondicional, la gracia y la misericordia.
Un día, visité a una señora de nuestra iglesia en un asilo de ancianos. Ella estaba muy confundida y creo que ni siquiera me reconoció. Al concluir mi breve visita, comencé a citar algunos versículos de las Escrituras. Me asombró que ella dijera todos los versículos que cité en voz alta junto a mí. Fue tan claro que la Palabra de Dios estaba escondida en lo profundo de su corazón que ni siquiera la niebla de la demencia había podido perturbarla. Su verdadero hogar era la Biblia, y había pasado su vida viviendo allí.
La Biblia nos proporciona un hogar que nunca podrá ser sacudido, que nunca se perderá y que nunca nos desviará. Con 176 versículos, el Salmo 119 canta sobre el amor a la Palabra de Dios y el deseo ardiente de alinear nuestras vidas a ella. Únase a mí para leer parte del asombroso salmo mientras nos comprometemos juntos a abrazar la Revelación Otorgada por Dios:
“Obedezco tus preceptos y tus estatutos, porque conoces todos mis caminos. Que llegue mi clamor a tu presencia; dame entendimiento, Señor, conforme a tu palabra. Que llegue a tu presencia mi súplica; líbrame, conforme a tu promesa. Que rebosen mis labios de alabanza, porque tú me enseñas tus decretos. Que entone mi lengua un cántico a tu palabra, pues todos tus mandamientos son justos. Que acuda tu mano en mi ayuda, he escogido tus preceptos. Yo, Señor, ansío tu salvación. Tu ley es mi regocijo. Déjame vivir para alabarte; que vengan tus juicios a ayudarme” (Salmos 119:168-175).
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Obispo Matt Whitehead
El obispo Matt Whitehead, D. Min., supervisa los ministerios metodistas libres en el oeste de los Estados Unidos y también en África y Asia. Fue elegido obispo principal de la Iglesia metodista libre – EE. UU. en la Conferencia General de 2019. Anteriormente, se desempeñó durante más de 20 años como superintendente de la conferencia Pacific Northwest después de 17 años como pastor de una iglesia local.